jueves, 16 de abril de 2009

La perdición de la humanidad


Desde el instante mismo en que nacemos, todos y cada uno de los seres humanos recibimos mensajes de diversa índole a lo largo de nuestra vida. Mensajes que absorvemos cual esponjas desde que somos pequeños y que serán la clave que regirá nuestra forma de pensar y de actuar en el futuro. Dichos mensajes amoldan nuestra personalidad y nuestro carácter. Somos presos de nuestro pensamiento y herederos de la subcultura.

En todo mensaje existe un emisor, un receptor, un canal que trasmitirá el mensaje codificado y en un contexto determinado.
En multitud de ocasiones el emisor coincide. Un emisor ha de ser convincente, y para que sea convincente, ha de ser manipulador. Manipulador para presentar al receptor como un 'paria', un elemento social en proceso de descomposición. Solo presentando al sujeto receptor como alguien al borde de la extinción puede convencerle de que siguiendo determinado método y descodificando debidamente el mensaje emitido, conseguirá salvarse del desastre de perecer ante los peligros que le acechan. Este no es más que el método utilizado constantemente por la publicidad y la propaganda. Ni los mismos informativos se libran ya de ser parte del canal con el que impartan la ley del Sistema.

Diferentes modelos de conducta y cánones de belleza marcan fuertemente hoy el espíritu de un pueblo, y en este mundo globalizado, de la humanidad. Un pueblo que siempre ha tenido unos valores que han marcado la historia de la tradición y que en un chasquido un elemento tan superficial como lo son los medios de comunicación, ha eliminado de la faz de la Tierra cualquier rastro de identidad.

Es por ello, que cuando hoy en día se ataca a esos esquemas fabricados por la subcultura, surge una reacción inversa que lo contraataca, porque esos elementos convertidos ya en productos, han adoptado estos nuevos valores como suyos propios, como algo inalienable a sus personas. Esto es, atacar al pilar único e inquebrantable sobre el que asientan sus ideas y conceptos asimiliados desde que tienen uso de razón, es atacar a las mismas personas. Toda razón y veracidad se pierde en el camino en un mundo gobernado por la mentira y la codicia.